Ayer en la tarde cuando me dije que ya tenía que escribir esta entrada me di cuenta que al igual que aquel 15 de mayo, también era sábado. Han pasado ocho meses exactos desde que Gustavo Cerati se presentó en el campo de fútbol de la Universidad Simón Bolívar en Caracas.
La semana previa al concierto recuerdo que no fue una de las mejores. Me sentía sola y agobiada de trabajo, mi celular estaba dañado y presentía que había un problema en mi casa (que afortunadamente tuvo un final feliz), así que se me estaban quitando las ganas de ir. No soy fan de los gentíos y cuando he ido a un concierto es porque me gusta mucho el que se presenta. MUCHO. Tanto como para estar de pie dos horas medio asfixiada en un bululú. También tengo que sentirme muy emocionada y en ese momento, ya me era indiferente ir o no. “Fuerza Natural” nada más lo había escuchado una vez y media porque me decepcionó (quizás un signo de que me creo expectativas muy altas respecto a todo). “Este tipo se está poniendo viejo” fue lo que pensé cuando unos meses antes me llegó el disco y empecé a saltarme una a una las canciones, preguntándome qué había pasado con el Cerati que en 1999 nos regaló un trabajo como “Bocanada” (el mejor que ha tenido como solista según mi opinión)
Tenía las entradas compradas desde dos meses antes. Ya era tarde para echarse atrás, así que me sacudí la flojera. Además, no lo veía en solitario desde 2002 cuando se presentó en el Teatro Teresa Carreño con “11 episodios sinfónicos”. Pregunté en el trabajo a dos compañeras que lo escuchaban si iban y si nos querían acompañar a un amigo y a mí. La respuesta fue: "nos encanta su música, pero no lo soportamos, es muy pedante. No vamos". Es verdad, Cerati es pedante. Cómo no serlo si siendo casi un adolescente fundaste con otros dos amigos ese monstruo llamado Soda Stéreo, que vivió casi quince años y te llevó por varios países del mundo. Que ha sido discutiblemente la banda de rock más importante que ha tenido Latinoamérica. Yo también sería pedante.
Fui y no me arrepentí (a diferencia de mis dos compañeras). Los que estuvieron ese día saben de qué hablo: el concierto desde que empezó hasta que terminó no tuvo desperdicio. Una vez más -a pesar de que sigo sosteniendo que “Fuerza Natural” no es la mejor muestra de su talento- me quité el sombrero ante su genio. Lo dio todo
Al día siguiente, cuando vi las noticias y empezaron a preguntarme incluso desde Maracaibo si era verdad que se había desmayado en pleno concierto, no entendí nada. Cuando por fin lo hice, me molesté por el morbo que rodeaba las preguntas y por lo que creía que eran rumores. Además de eso, las reseñas de la prensa se concentraron más en sus kilos de más que en la calidad musical del show (¿realmente importaba si había engordado? Tiene cincuenta y un años). Luego vino el shock cuando unas horas después me enteré de que se lo habían llevado en una ambulancia hasta el Centro Médico Docente La Trinidad, del que salió en junio rumbo a un centro de salud en Argentina.
El diagnóstico ya lo sabemos: accidente cerebro vascular. No se ha despertado y seguimos con la duda de si lo hará y cuáles pueden ser los daños. En el transcurso de estos ochos meses he visto como la prensa amarilla lo ha matado alrededor de diez veces, ha especulado sobre el pacto de silencio que existe dentro de su familia respecto a su condición y lo que realmente pasó esa madrugada.
Existe un puñado de gente que admiro y una de ellas es Gustavo Cerati. Desde que tengo doce años y escuché “De música ligera” por primera vez me enamoré, valga la redundancia, de su música y -como no- de él. Ya en la universidad, mientras mis compañeras y amigas hablaban de cuál Backstreet Boy o N´Sync era su favorito, yo suspiraba por los ojos claros del Gus (qué cursi, lo sé), coleccionaba todo lo que salía en prensa sobre el ya extinto Soda Stéreo y deambulaba de discotienda en discotienda buscando sus discos. Quería tocar la guitarra y escribir como él. Lo de la guitarra lo intenté dos veces y no funcionó, lo de escribir puede que esté a tiempo
Existe un puñado de gente que admiro y una de ellas es Gustavo Cerati. Desde que tengo doce años y escuché “De música ligera” por primera vez me enamoré, valga la redundancia, de su música y -como no- de él. Ya en la universidad, mientras mis compañeras y amigas hablaban de cuál Backstreet Boy o N´Sync era su favorito, yo suspiraba por los ojos claros del Gus (qué cursi, lo sé), coleccionaba todo lo que salía en prensa sobre el ya extinto Soda Stéreo y deambulaba de discotienda en discotienda buscando sus discos. Quería tocar la guitarra y escribir como él. Lo de la guitarra lo intenté dos veces y no funcionó, lo de escribir puede que esté a tiempo
El primer concierto al que asistí en mi vida fue el de la gira "Bocanada" a finales de noviembre de 1999. Tenía veinte años y estaba en segundo año de la carrera. Ese día disfruté junto a mis amigos más queridos de una ejecución impecable y del sarcasmo porteño de Cerati. No puedo olvidar aquel momento en el que dijo “Mirá cómo baila el flaco” y todos estallamos en risas. En 2002, cuando apareció vestido de Principito en "11 episodios sinfónicos" en el Teresa Carreño, casi me da algo. El tipo era perfecto. Tal ha sido mi fiebre todos estos años por Cerati y Soda que mi primo Juan Carlos Araujo llegó a decirme una vez: "Creo que tienes cosas de Soda que ni ellos mismos saben que existen". Por eso fue que a finales de 2007, cuando el grupo visitó Caracas con motivo de la gira "Me verás volver", no me importó que mi entonces jefe me dejara hasta tarde en la oficina ni tener que irme sola hasta La Rinconada. Era capaz de hacer cualquier cosa por verlos y de hecho, lo hice. Ahora me acuerdo y me digo que estaba loca porque también me pudo pasar "cualquier cosa".
Es difícil imaginarme un instante de estos quince años en el que Soda Stéreo o Cerati no haya estado presente de alguna forma. Desde “Sueño Stéreo” y el Unplugged -que encontré en Dallas y fueron mis acompañantes durante mi tiempo en Estados Unidos- hasta los dos cd´s de la gira “Me verás volver”, puedo recordar qué pasaba en mi vida cuando compré o me regalaron cada uno de los discos. Curiosamente no fui totalmente consciente de esto hasta que eché en falta los que no me pude traer en mi mudanza. Ya vendrán en el próximo viaje. Esas canciones son el soundtrack de mi vida.
Me parece increíble e inimaginable que Gus no nos pueda regalar más música, es algo que no puedo aceptar. La vida sin ella es muy aburrida y gris, más sin sus letras (poemas mil veces mejores que muchos que he leído por allí) y esos acordes de guitarra que te sacuden y te mueven el piso. Sé que está muy delicado, que puede que no despierte o si lo hace, tenga limitaciones físicas y mentales. Sin embargo, dentro de mí todavía existe la esperanza de que un momento a otro nos lleguen buenas noticias. Gus nos debe aún su mejor trabajo y el concierto de Caracas no puede ser el último…
Es difícil imaginarme un instante de estos quince años en el que Soda Stéreo o Cerati no haya estado presente de alguna forma. Desde “Sueño Stéreo” y el Unplugged -que encontré en Dallas y fueron mis acompañantes durante mi tiempo en Estados Unidos- hasta los dos cd´s de la gira “Me verás volver”, puedo recordar qué pasaba en mi vida cuando compré o me regalaron cada uno de los discos. Curiosamente no fui totalmente consciente de esto hasta que eché en falta los que no me pude traer en mi mudanza. Ya vendrán en el próximo viaje. Esas canciones son el soundtrack de mi vida.
Me parece increíble e inimaginable que Gus no nos pueda regalar más música, es algo que no puedo aceptar. La vida sin ella es muy aburrida y gris, más sin sus letras (poemas mil veces mejores que muchos que he leído por allí) y esos acordes de guitarra que te sacuden y te mueven el piso. Sé que está muy delicado, que puede que no despierte o si lo hace, tenga limitaciones físicas y mentales. Sin embargo, dentro de mí todavía existe la esperanza de que un momento a otro nos lleguen buenas noticias. Gus nos debe aún su mejor trabajo y el concierto de Caracas no puede ser el último…
Repite conmigo, Gustavo: “No me voy, ¡me quedó aquí!”
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