domingo, 20 de febrero de 2011

Más sobre el cierre de la librería Lectura por Antonio Sánchez García de Noticiero Digital

Transcribí textual este artículo de Noticiero Digital, portal venezolano de noticias. Como pudieron apreciar en mi entrada anterior, de más está decir que comparto el sentimiento...

Muerte a los libros, ¡Abajo la cultura!



“Ahí donde se queman libros se acaba quemando también seres humanos”
Heinrich Heine, 1821
“De allí la declaración de guerra a muerte al libro y a la cultura que vehiculizan. Nadie más reacio al engaño y el sometimiento que una persona culta y educada. Nadie más difícil de convertir en adorador de un analfabeta cuartelero que un hombre culto. El cierre de la Librería Lectura nos conmueve a todos. Anticipa la catástrofe que se cierne sobre la industria editorial y el comercio del libro en Venezuela

A Luis Penzini

Se le atribuye a Joseph Goebbels, el todopoderoso espaldero intelectual de Adolfo Hitler, haber expresado públicamente que cuando escuchaba la palabra “cultura” agarraba instintivamente la cacha de su pistola. Pocos sospechan siquiera que Goebbels, un hombre enteco y contrahecho, cojo por haber sufrido en su infancia de una parálisis infantil, de no más de un metro cincuenta y cinco de estatura, imponente voz de barítono, agitador profesional y tan liviano como un jockey – pesaba 45 kilos – había sido un marxista fanático, un comunista convencido, hasta que cayó en las redes berlinesas de Gregor Strasser, un marxista bávaro de la primera hora, derivando al nacionalsocialismo y convirtiéndose luego de caer en brazos del cabo austríaco en el segundo hombre en importancia detrás del Führer.
Que la palabra cultura y el deseo de acabar de un pistoletazo con artistas e intelectuales se hayan asociado para siempre con dictadores, caudillos y autócratas es lógico. Desde que el emperador chino Qin Shi Huang ordenara la quema de todos los libros existentes en China y el enterramiento vivo de muchos intelectuales que se negaron a obedecer la monstruosa orden, en el año 212 antes de Cristo, hasta la estricta prohibición de la libre circulación de todas aquellas obras que quebranten el absolutismo del castro comunismo en Cuba, el odio a los libros y al saber ha sido una constante universal de los tiranos. Como hasta un colegial lo sabe, filosofía significa amor al saber. Y su máxima potencia, la Aletheia griega, significa desvelamiento. De allí el vertebral e inevitable compromiso de la cultura con la verdad, tan profundamente emparentada con la belleza, que todos aquellos regímenes totalitarios montados sobre gigantescos castillos de falacias, fraudes, engaños y medias verdades no puedan menos que tener una profunda desconfianza por quienes piensan y crean con pensamiento y voz propios. Toda vez que la verdad y la belleza viven de la denuncia de la falsedad y la injusticia de la realidad que nos oprime y aspiren a la superación del engaño de las máscaras reinantes mediante la reivindicación de la verdad y el imperio de la justicia.
De allí también que tras del odio a la verdad, al pensamiento, a los intelectuales y a los artistas esté el odio a los libros, el máximo vehículo de la cultura desde tiempos inmemoriales, puestos al alcance de la mano por el maravilloso invento de la imprenta. ¿Cómo olvidar la gigantesca hoguera ordenada por Hitler y Goebbels, hecho ominoso acaecido en la Plaza Bebel de Berlín, el 10 de mayo de 1933? ¿Cómo olvidar la desesperada búsqueda de libros condenados por la Inquisición, hecho repetido hasta el cansancio bajo todos los regímenes dictatoriales y que muchos de nosotros viviéramos en la primera fila de los perseguidos por las tiranías militares de los años setenta y ochenta?
Llevo meses buscando libros que he visto reseñados en las secciones de libros de El País, de España, de Excelsior, de México, de Clarín y la Nación, de Buenos Aires, de La Tercera, de Santiago de Chile. Hubiera querido encontrar El Hombre que amaba a los perros, de Leonardo Padura. Tuve que pedirlo a un amigo que volvía de los Estados Unidos. Recorro sistemáticamente las librerías de Caracas, en donde me llevo dos inmensas sorpresas: no hay novedades, y las pocas que logran sortear el campo minado de CADIVI, del SENIAT, del Banco Central cuestan fortunas inalcanzables para un estudiante universitario o un modesto profesional. Los precios son estremecedores.
En estos días se me vino el alma al suelo al encontrar cerrada la librería que llevaba visitando semana a semana desde hace más de treinta años, y en donde tuve la dicha de conocer personalmente a Jorge Luis Borges, a Vargas Llosa, a Gabriel García Márquez y a tantos y tantos grandes escritores e intelectuales de España y América Latina. Conversar con Walter Rodríguez, un emigrado uruguayo compañero de los naufragios de las dictaduras sureñas, uno de los más informados, cultos y cordiales libreros profesionales de la Venezuela democrática, constituía un bálsamo en estos tiempos de tinieblas. El culpable del cierre de la librería LECTURA no es otro que el teniente coronel que nos desgobierna. Y los fantoches que fungen de ministros de la cultura y a quienes un libro, cualquier libro que no haya sido escrito por Marx, Engels o el Ché Guevara y no contenga una égloga a las glorias del ágrafo cuartelero que nos sume en el oscuro corazón de nuestras tinieblas no vale la pena de ser producido o importado. De allí la declaración de guerra a muerte al libro y a la cultura que vehiculizan. Nadie más reacio al engaño y el sometimiento que una persona culta y educada. Nada más difícil de convertir en fanático adorador de un analfabeta cuartelero que un hombre culto.
El cierre de Lectura nos conmueve a todos. Anticipa la catástrofe que se cierne sobre la industria editorial y el comercio del libro.

http://www.noticierodigital.com/2011/02/muerte-a-los-libros-%C2%A1abajo-la-cultura/

domingo, 13 de febrero de 2011

Chau, Lectura



"Pérez Jiménez los incautaba antes de que salieran. Pinochet los mandaba a la hoguera. En tiempos de Hugo Chávez, hay que reconocer su originalidad, los meten presos. A los libros, pobres, no les va bien con los militares duros"
Tulio Hernández, "Relato de los libros presos" en "Esta es la econoinverdad" (http://econoinverdad.blogspot.com/)

Tengo que confesar que esta entrada fue muy difícil escribirla porque es un tema que me es cercano.  La tengo pendiente desde el domingo pasado y cada vez que me sentaba frente a la laptop, sentía un sabor amargo en la boca. Hoy hice una breve investigación en google y me di cuenta que ya la situación es lo suficientemente grave como para alertar a la Cámara del Libro en Venezuela. En vista de eso, no puedo seguir evadiendo, así que aquí voy. Uno no debe hablar únicamente sobre  lo que le es agradable.
Desde 2003, luego del paro y cuando comenzó el control de cambio en Venezuela, me ha tocado ser testigo incómodo del declive y cierre de varias librerías.  Las librerías y bibliotecas toda mi vida han sido un santuario en el que he encontrado sosiego y en los últimos años, hasta se convirtieron en un punto de encuentro para los amigos.  En Caracas, que es una ciudad particularmente caótica y hostil,  eran de los pocos lugares en los que me sentía tranquila y segura. Ahora son además los que más extraño.
Hace dos semanas, me enteré del cierre de la librería Lectura. No era la que más frecuentaba, pero cuando lo supe pensé que cada vez me estaba quedando con menos sitios que extrañar y los caraqueños, con menos espacios para olvidar el agobio citadino, encontrarse y debatir. La Caracas real y la que existe en mi cabeza están dejando de ser la misma y temo no reconocerla más.
La última vez que estuve allí fue justamente antes de mudarme, en septiembre de 2010. Andaba por Chacaíto, así que aproveché la oportunidad para despedirme del lugar y ver si tenían un título venezolano que me interesaba traerme. Quedé sorprendida por lo desierta que estaba,  como si hubiera pasado un huracán. Aun así, no podía imaginarme que ésa era mi última visita.
No conozco  al señor Walter, nunca tuve oportunidad de hablar con él, pero es una institución dentro del mundo de la literatura y Lectura, no en vano, tenía sesenta años funcionando. En una entrevista  hecha por el periódico venezolano “El Universal” el 8 de febrero de 2011 cita como las razones del cierre el aumento del alquiler del local, la finalización del contrato con el que llegó a Venezuela a regentar la librería y la poca disponibilidad de títulos debido a las trabas que el gobierno  les coloca para  importar. No pueden comprarlos  a dólar libre (mercado negro) así que tienen que pasar por un montón de trámites burocráticos para poder  hacerlo a dólar oficial. Para más colmo, Cadivi (Comisión de Administración de Divisas en Venezuela) no considera al sector libro como prioritario, así que la espera es eterna.  Llegué a estar meses detrás de un libro porque a ninguna de las librerías les habían entregado el certificado de "No Producción", sin el cual no pueden hacer pedidos. Gracias a esto, el 95% de los títulos que salieron en 2010  no llegaron a ese país. Y todavía oigo quejas aquí de que los libros provenientes de España tardan mucho en llegar...

Haciendo referencia al texto que cité de la entrada de Tulio Hernández, el cierre de las instituciones culturales como Econoinvest no ha sido la única vía que ha encontrado el gobierno para secuestrar los libros, también lo ha sido su desatención al sector. Esto me da a entender que lejos de una población preparada prefiere una población sumisa y dispuesta a tragarse las píldoras que le está ofreciendo. Lamentablemente, según los pronósticos,  Lectura no será la última

"Uno se pasa toda la vida preparándose para algo. Primero se enfada. A continuación quiere venganza. Después espera"

Sándor Márai, "El último encuentro"